Sostenibilidad y RRHH en el agro: fortaleciendo el capital humano del campo chileno
En noviembre, en GreenNetwork abordaremos cómo la gestión de recursos humanos se ha convertido en un pilar estratégico para un agro más sostenible, productivo y resiliente.
En un momento en que el sector agrícola chileno afronta crecientes exigencias ambientales, productivas y sociales, la gestión del capital humano emerge como un pilar esencial de la sostenibilidad. No basta con que las empresas agrícolas adopten tecnologías de precisión, sistemas de riego eficientes o certificaciones de huella ambiental si, al mismo tiempo, el trato al trabajador, la calidad del empleo y la profesionalización del personal permanecen en un segundo plano. Por esta razón, dedicamos este mes a explorar cómo la función de Recursos Humanos (RRHH) en el agro se convierte en una palanca estratégica del desarrollo sostenible, y cómo su transformación puede marcar la diferencia entre producir de forma efectiva y producir con responsabilidad, resiliencia y justicia social.
Un rubro que crece pero con fragilidades en su recurso humano
El sector agrícola chileno exhibe una doble tensión: por un lado, un crecimiento sostenido de la producción y de las exportaciones; por otro, una dificultad estructural para atraer, retener y formalizar al personal necesario. En términos de empleo, se han reportado cifras que hablan de un déficit de más de 150.000 trabajadores para el agro chileno en 2025, según datos de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA) y del trabajo conjunto con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Más recientemente, la misma SNA estimó un déficit que podría alcanzar los 300.000 puestos en la temporada clave entre noviembre y marzo si no se logran cubrir los requerimientos de mano de obra. Al mismo tiempo, la informalidad laboral en el sector agrícola es particularmente alta: el INE indica que la tasa de ocupación informal entre agricultores, trabajadores agropecuarios y pesqueros llegó al 55% en el primer trimestre de 2025. Otros reportes apuntan a una informalidad cercana al 40% en contextos agrícolas específicos.
Estas cifras evidencian que, aunque la infraestructura productiva avanza, con exportaciones que alcanzan los US$ 13.500 millones el año pasado para el sector silvoagropecuario chileno según la SNA, el verdadero desafío para que el agro sea sostenible no está solo en plantar y cosechar más, sino en fortalecer su base humana: los trabajadores que día a día lo hacen posible.
El hecho de que la informalidad prevalezca y que la fuerza laboral sea escasa genera impactos múltiples: mayor rotación, menor compromiso, dificultad para capacitar, condiciones laborales que disuaden a los nuevos trabajadores, especialmente a los jóvenes, y riesgos mayores de incumplimiento en estándares sociales, laborales y ambientales. Es aquí donde la función de RRHH adquiere un rol trascendental: como puente entre la necesidad productiva del agro y las exigencias de sostenibilidad social.
La función de RRHH como eje de sostenibilidad y competitividad
En el ámbito de la sostenibilidad, hablamos de tres dimensiones que deben integrarse: la ambiental (uso eficiente de recursos, menor impacto ecológico), la económica (rentabilidad, productividad) y la social (bienestar de las personas, justicia laboral, desarrollo humano). En el agro chileno, se está haciendo evidente que sin un componente humano fortalecido, sostenibilidad se vuelve palabra sin base.
La función de RRHH en el agro debe por tanto transformarse: dejar de verse como un área de gestión operativa (contratación, cumplimiento normativo) para convertirse en un motor estratégico que construye talento, promueve empleo digno, profesionaliza la fuerza laboral y alinea la misión productiva con una cultura organizativa sustentable. Esto implica, entre otros aspectos, diseñar trayectorias de desarrollo para los trabajadores, facilitar su capacitación en nuevas tecnologías agrícolas, establecer condiciones laborales estables, asegurar jornadas compatibilizadas, fomentar la diversidad y la inclusión y formalizar vínculos laborales.
El fortalecimiento del capital humano tiene efectos directos sobre la sostenibilidad productiva: trabajadores mejor capacitados y motivados pueden adoptar más fácilmente buenas prácticas agrícolas, usar tecnologías con mayor eficiencia, cuidar los recursos naturales y reducir la rotación que encarece los procesos. A su vez, desde la perspectiva social, mejora el bienestar de los trabajadores, lo que contribuye a una reputación más atractiva del sector, favorece la retención de talento y reduce los riesgos reputacionales derivados de condiciones laborales deficientes.
El agro se enfrenta a la necesidad de atraer a jóvenes, personas migrantes o residentes locales a una actividad que en ocasiones ha sido percibida como dura, estacional y poco atractiva. Mejorar las condiciones laborales, visibilizar la profesionalización del trabajador del campo y comunicar el valor social del empleo agrícola son acciones que deben liderar las áreas de RRHH. Asimismo, la formalización y reducción de la informalidad no solo son imperativos éticos, sino también herramientas de competitividad: un empleo formal muchas veces brinda mayor estabilidad, incentiva la inversión en formación y favorece que los trabajadores participen activamente en la transformación hacia un agro más responsable.
Por tanto, la sostenibilidad del agro chileno estará cada vez más ligada a cómo las organizaciones productivas gestionan a sus personas: si las colocan en el centro del proyecto, si las desarrollan, si les ofrecen condiciones de trabajo dignas y estables, no como mano de obra temporal sino como capital estratégico.
La sostenibilidad en el agro no se limita únicamente a mejorar la eficiencia en el uso de recursos, implementar tecnologías emergentes o cumplir con certificaciones internacionales. Su dimensión social es fundamental: la producción agrícola depende de la fuerza laboral que la ejecuta. Por ello, garantizar condiciones laborales dignas, oportunidades de desarrollo y profesionalización contribuye de manera directa a la competitividad y resiliencia del sector frente a cambios climáticos, económicos y sociales. La gestión estratégica del capital humano se convierte así en un componente central para lograr un agro sostenible y sostenible a largo plazo.