La revolución del suelo vivo: cómo la biología del suelo está cambiando la agricultura desde sus raíces

26-06-2025

Frente a los desafíos productivos y ambientales actuales, el suelo empieza a ocupar un rol protagónico en la agricultura. Comprenderlo como un ecosistema vivo permite avanzar hacia manejos más eficientes, reducir insumos externos y mejorar la salud de los cultivos desde su base biológica.


El suelo está dejando de verse como un simple soporte para los cultivos. Cada vez más, se entiende como un ecosistema vivo, dinámico y clave para el funcionamiento agrícola. Esta nueva mirada, respaldada por la ciencia y la experiencia en campo, ha dado fuerza al concepto de suelo vivo: un suelo que mantiene activa su biología gracias a la interacción de microorganismos como bacterias, hongos y nematodos, fundamentales para el desarrollo saludable de las plantas. Lejos de limitarse a nutrir, un suelo vivo también protege, regula y contribuye a regenerar el entorno productivo.


Esta visión ha empezado a tomar fuerza en distintos países del mundo, especialmente en contextos donde los costos de producción se han disparado y las condiciones climáticas han vuelto más exigente la gestión agrícola. En cultivos como el nogal o la avellana, la baja en los retornos por factores externos, como el sobrestock internacional, ha llevado a muchos productores a repensar sus manejos, buscando alternativas que les permitan mantener la productividad sin depender tanto de insumos costosos. En paralelo, los fertilizantes han alcanzado precios históricamente altos, con aumentos que han superado el 300% en algunos casos.


Frente a este escenario, la regeneración biológica del suelo ha dejado de ser una práctica aislada. Carlos Meza, especialista chileno en agricultura regenerativa y fundador de Terragénesis, plantea que el verdadero cambio no pasa por reemplazar insumos químicos por orgánicos, sino por activar el sistema vivo que ya existe en el suelo. “La materia orgánica es un indicador, no una herramienta. La clave está en la vida, en ese océano de microorganismos que llamamos microbioma del suelo”, señala.


Una de las estrategias más concretas para iniciar este cambio es la aplicación de inóculo madre: un material orgánico elaborado a partir de compostaje controlado, con alta concentración y diversidad de microbiología activa. A diferencia del compost tradicional, no busca estabilizar la materia, sino activar funciones microbianas clave. Puede producirse a nivel predial, sin depender de insumos externos, y permite restablecer funciones naturales del suelo como la retención de agua, la mineralización de nutrientes y la supresión de patógenos.


Los suelos vivos permiten liberar nutrientes a medida que la planta los necesita, mejorar la estructura física del suelo, su capacidad para retener humedad —clave en contextos de estrés hídrico— y reducir enfermedades de raíz y follaje. También favorecen la descomposición de toxinas, como las sales acumuladas por riego en zonas del centro y norte de Chile, mejorando la salud del sistema completo.


Al implementar este enfoque, muchos agricultores también están incorporando análisis de suelo más avanzados, que no se limitan a lo químico, sino que consideran la biología y el funcionamiento ecológico del terreno. Según Meza, esta información permite tomar decisiones más precisas, reducir aplicaciones innecesarias y aumentar la eficiencia general del manejo. “Un suelo con microbiota activa recicla nutrientes, mejora su estructura, protege naturalmente contra enfermedades, captura carbono y reduce la dependencia de insumos sintéticos, permitiendo no solo mitigar el impacto ambiental, sino también aumentar la resiliencia y calidad de los cultivos y productos pecuarios”, sostiene.


Más allá de los beneficios agronómicos, este tipo de agricultura regenerativa también responde a las demandas crecientes de consumidores y mercados: alimentos más sanos, sostenibles y trazables. Hoy existen certificaciones que validan estas prácticas y que comienzan a marcar diferencias en la comercialización, lo que representa una oportunidad concreta para quienes adoptan este modelo de manejo.


El interés por el suelo vivo también ha llegado al ámbito académico y técnico. Del 27 al 30 de octubre, se celebrará en La Serena el XV Congreso Nacional de la Ciencia del Suelo, organizado por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) y la Sociedad Chilena de la Ciencia del Suelo. El encuentro reunirá a más de 90 expositores nacionales e internacionales para debatir cómo recuperar suelos degradados, conservar materia orgánica y aplicar tecnologías para una gestión más sostenible. Se abordarán temas como el uso de biofertilizantes, el monitoreo digital del suelo, la física y biología del suelo en frutales y estrategias adaptadas a distintos cultivos del país.


“El suelo es la base de nuestra seguridad alimentaria, biodiversidad y adaptación climática”, afirma Carlos Furche, director nacional del INIA, al presentar el evento. Por su parte, Claudia Rojas, presidenta de la Sociedad Chilena de la Ciencia del Suelo, valoró el congreso como “una instancia única para construir redes que permitan un uso sostenible del suelo en Chile y el mundo”.


Con mayor respaldo técnico, experiencia acumulada y presión por producir de forma más eficiente, la recuperación de suelos está dejando de ser un ideal. La activación biológica del suelo, con prácticas alcanzables y efectos medibles, se consolida como una herramienta para quienes buscan sostener su producción en un contexto cambiante. Porque producir más y mejor, sin agotar el suelo, ya no es una contradicción: es una estrategia posible.



Fuentes:

https://www.ufro.cl/

https://frutasdechile.cl/ 

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