Bioplásticos hechos con manzana, cereza y uva: Chile ensaya láminas antimicrobianas para pallets de exportación

Iniciativa financiada por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y liderada por la UCM busca transformar residuos frutícolas en láminas y bolsas biodegradables con propiedades antimicrobianas, ajustadas a normativas europeas.
Un proyecto chileno, inspirado en la economía circular y financiado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), avanza en la creación de bioplásticos sustentables a partir de residuos de manzanas, cerezas y uvas. La investigación es guiada por el académico Cristián Valdés Vergara, del Centro de Estudios Avanzados del Maule (CEAM) de la Universidad Católica del Maule (UCM), y busca ofrecer alternativas de empaque para exportación que respondan a las exigencias regulatorias y ambientales de los principales mercados.
“En la región del Maule y en la de O’Higgins se produce mucha fruta, gran parte de la cual se exporta al extranjero. Por lo tanto, la cantidad de desechos agroindustriales es muy alta, y también existe la necesidad de mejorar los empaques, ya que las normativas europeas son cada vez más estrictas y el plástico convencional está siendo rechazado”, afirmó Valdés Vergara, académico del CEAM-UCM.
De los desechos al empaque funcional
La propuesta técnica se basa en recolectar cáscaras y restos de fruta —subproductos habituales de la industria— para elaborar biofilms que, además, se refuerzan con un aceite esencial obtenido de desechos de cítricos y de plantas nativas. Esta combinación apunta a una doble función: reducir la huella de los empaques y aportar actividad antimicrobiana para proteger la fruta durante su cadena de frío y traslado internacional.
Actualmente, el equipo ejecutor realiza pruebas de impregnación de aceites esenciales en los biofilms, evaluando concentraciones y metodologías de incorporación para estabilizar el efecto antimicrobiano sin perder flexibilidad ni resistencia mecánica. El bioplástico resultante es maleable y se está probando en dos formatos principales: láminas para cubrir y estabilizar pallets y bolsas para aproximadamente 1 kg de fruta. No se descarta, de acuerdo con los investigadores, escalar a formatos más pequeños en etapas posteriores.
La iniciativa comenzó a fines de diciembre 2024 y contempla una duración estimada de tres años. En el corto plazo, la meta operativa es concreta y enviar un pallet al extranjero utilizando este biofilm con el fin de medir estabilidad de la fruta durante el viaje, comportamiento del material frente a condensación y cambios de temperatura, y desempeño en las maniobras logísticas (estiba, desestiba y almacenaje).
De superar las pruebas iniciales, el desarrollo podría ofrecer a productores y exportadores una alternativa biodegradable y con propiedades antimicrobianas, especialmente relevante frente a los estándares más estrictos de la Unión Europea en materia de plásticos convencionales. El uso de insumos locales —residuos frutícolas y aceites esenciales derivados de cítricos y plantas nativas—, además, agregaría valor territorial a las regiones frutícolas del Maule y O’Higgins.
Implicancias para el sector exportador
Para los embajadores de fruta fresca, el potencial de estos biofilms se ubica en tres frentes: cumplimiento normativo en mercados de alta exigencia, protección adicional frente a microorganismos durante trayectos prolongados, y aprovechamiento de desperdicios que hoy suponen un costo. Según la UCM, el diseño de material contempla mantener la flexibilidad necesaria para su uso como lámina de pallet sin sacrificar integridad bajo tensión, y lograr una barrera funcional cuando se emplee como bolsa unitaria de 1 kg.
“Las normativas europeas son cada vez más estrictas y el plástico convencional está siendo rechazado”, insistió Valdés Vergara, subrayando el rol que soluciones como ésta podrían jugar en proteger la fruta y el acceso a destinos clave, a la vez que se reducen residuos.
En los próximos planes figuran la optimización de la formulación (dosificación del aceite esencial, compatibilización con la matriz del bioplástico), pruebas de vida útil y transporte, y la comparación de desempeño respecto de materiales convencionales en condiciones reales de exportación. La validación en un pallet piloto será decisiva para proyectar escalabilidad, costos y potencial adopción industrial.
Fuente: Frutas de Chile