Drones y plaguicidas: La revolución que viene (y el vacío que persiste)

Columna de opinión realizada por Raúl Pizarro Sciaraffia | Ing. Agrónomo | Asesor Regulatorio Agrícola
El dron ha dejado de ser una novedad para convertirse en una herramienta común en el campo. En Chile y globalmente, su llegada a la agricultura no solo es inevitable, ya está sucediendo. Pero al hablar de la aplicación de plaguicidas o productos fitosanitarios con drones, la situación cambia. El potencial es evidente, pero las regulaciones, los datos y la evidencia científica… aún están pendientes.
Una promesa de precisión y eficiencia operacional: drones que vuelan cerca del suelo, aplican productos fitosanitarios con exactitud y reducen el uso de agua significativamente. Los drones permiten aplicaciones muy focalizadas, ideales para pendientes, pequeñas parcelas, áreas inaccesibles (Ej: después de lluvias que impiden el uso de equipos terrestres) y cultivos de alto valor. La menor exposición laboral es otra ventaja notable, ya que los operarios están lejos de la aplicación. Todo esto con un impacto ambiental potencialmente menor que las aplicaciones convencionales.
Pero… ¿son realmente efectivos? Aquí comienza la zona gris, pues no todos los cultivos son iguales, no todas las plagas se comportan igual y no todos los drones entregan los mismos resultados.
• En frutales de gran altura como cítricos o nogales, lograr que el producto llegue al interior de la copa no es sencillo.
• En cultivos densos como los cereales, raps y remolacha u otros como tomate o maíz, la penetración en los sectores inferiores puede ser deficiente.
• Las enfermedades y plagas pueden afectar desde el suelo hasta la parte más alta del follaje, por lo cual un mismo volumen no sirve para todos.
Además, factores como la altura de vuelo, velocidad, tamaño de gota, tipo de boquilla y condiciones climáticas (Ej: temperatura, humedad atmosférica), influyen de manera crítica en los resultados biológicos y en los residuos y también en otros aspectos como la deriva por viento, que sigue siendo un riesgo real si no se controla adecuadamente.
Regulación chilena: avanzada en el aire, atrasada en el campo
En Chile, volar drones está regulado por la DGAC con normas claras. Pero cuando esos drones aplican Productos Fitosanitarios, la ley se queda corta. El Decreto 3. 557 del SAG y las normas sanitarias actuales no contemplan esta tecnología. No hay requisitos específicos para altura, tipo de gota, condiciones de aplicación ni, lo más importante, para demostrar eficacia ni residuos. Mientras tanto el uso sigue aumentando, lo cual hace indispensable una normativa clara y estudios locales sólidos.
¿Y en el vecindario? Algunos pasos adelante
- Brasil: es el líder regional, con su Normativa N°2 del MAPA (Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento), creó un marco claro: registro de equipos, formación de pilotos, planes de aplicación, condiciones técnicas mínimas. Se exige trazabilidad y la ANAC (Agencia Nacional de Aviación Civíl) coordina el tema aeronáutico.
- Argentina: la Resolución 763/2022 facilita pruebas controladas bajo el SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria). Aunque falta una regulación técnica completa, el rumbo está definido.
- Colombia, Uruguay y Paraguay: con esquemas preliminares, carecen de leyes sólidas, pero ya discuten criterio para cultivos clave como café, caña o arroz.
Las aplicaciones con drones ¿son comparables a la aplicación terrestre o aérea?
Actualmente, esa pregunta no tiene una respuesta clara. Diversos estudios comparativos en Chile y en otros países confirman que la aplicación con drones puede entregar diferencias en la eficacia biológica y los residuos a cosecha. Por otro lado, no podemos asumir que todos los drones son iguales pues hay diversos diseños, capacidad, boquillas y hélices, por lo cual una aplicación con un equipo de 10 litros no necesariamente tendrá el mismo resultado que uno de 20 litros. La diversidad de equipos hace imposible, por ahora, una homologación automática.
Un campo fértil para la regulación y la innovación
Lo que actualmente falta es lo que podría detonar una nueva era para la agricultura chilena:
• Normas adecuadas: que definan altura mínima, condiciones de viento, verificación de eficacia y niveles máximos de residuos acorde a los requerimientos locales y de exportación.
• Etiquetas adaptadas por sus fabricantes: que incluyan recomendaciones de uso, protección (Ej: deriva), acorde con esta modalidad de aplicación.
• Estudios de eficacia y residuos comparativos validados por el fabricante: sobre distintas plagas y enfermedades, en aquellos cultivos y condiciones donde se justifica su uso.
• Formación técnica: para agricultores y asesores y certificación de aplicadores.
• Innovación: comunicación, adaptación local y plataformas de trazabilidad.
Una decisión país
Chile cuenta con la capacidad técnica, los centros de investigación, y la necesidad productiva para incorporar correctamente esta tecnología. Pero se requieren regulaciones urgentes, cooperación público-privada y una perspectiva de futuro. El dron puede ser el próximo gran apoyo de la agricultura sustentable. Pero para que funcione apropiadamente no debemos dejarlo a su suerte, debemos despegar no solo desde el aire, sino también desde la ciencia y la ley.
Raúl Pizarro Sciaraffia, Ingeniero Agrónomo, Asesor Regulatorio Agrícola
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