Recarga artificial de acuíferos: técnicas

Por Domenico Sciolla, Subgerente Técnico de Aquist Hidrogeológica Siguiendo con el tema de la columna anterior en esta ocasión hablaremos en mayor detalle de las distintas técnicas para realizar recarga […]
Por Domenico Sciolla, Subgerente Técnico de Aquist Hidrogeológica
Siguiendo con el tema de la columna anterior en esta ocasión hablaremos en mayor detalle de las distintas técnicas para realizar recarga artificial y las condiciones en las cual se prefiere una alternativa por sobre otras.
La primera clasificación importante a considerar es el lugar donde se realiza la recarga del agua. Por un lado, tenemos las técnicas de recarga superficial, en la cual el ingreso del agua al acuífero ocurre en los primeros metros de suelo. Por otro lado, existen técnicas de recarga directa al acuífero, como los pozos de infiltración o pozos secos, que permiten llevar directamente las aguas a mayores profundidades.
Los pozos de infiltración suelen ser el tipo de obra de recarga más costosa, ya que requieren perforar el suelo con maquinaria especializada y utilizar materiales específicos, como tuberías y filtros de grava. Estas obras son indispensables cuando la capa superficial de suelo presenta materiales poco permeables, como arcillas y limos. Estos suelos ralentizan tanto el paso del agua que impiden lograr una recarga en tiempos aceptables, por lo que deben ser sobrepasados mediante los pozos de infiltración, a modo de bypass. Adicionalmente, estas obras de recarga directa son esenciales cuando hay poca área libre disponible, como en los espacios urbanos altamente desarrollados.
Las obras de recarga superficial se pueden dividir en tres categorías principales: 1) obras de cauce, 2) obras de escorrentía difusa y 3) obras de tratamiento de suelo. Como su nombre lo indica, las obras de cauce se ubican dentro de los ríos, quebradas y esteros, y tienen como objetivo ralentizar, detener o desviar los flujos de agua para permitir una mayor infiltración hacia el suelo. Existen diversas configuraciones para estas obras, siendo bastante común el desvió de agua hacia piscinas de infiltración. Las obras de cauce deben ser lo suficientemente robustas como para soportar las crecidas puntuales asociadas a eventos de precipitación significativa. Debido a esto, suelen estar asociadas a inversiones importantes, según sea el tamaño del cauce a intervenir.
Las obras de escorrentía difusa buscan captar las escorrentías intermitentes que ocurren durante episodios de tormenta antes de que se concentren en cauces. Debido a lo anterior, suelen ser las de menor costo relativo y las de más fácil construcción. Típicamente, estas obras son zanjas de infiltración, las cuales tienen la ventaja de poder quedar rellenadas con materiales poroso (gravas o bolones de gran tamaño), pudiendo configurarse con mínimo impacto visual y sin alterar la topografía del terreno.
Finalmente, las obras de tratamiento de suelo son un concepto relativamente nuevo que permite cosechar aguas lluvias que, de otra manera, se evaporarían a la atmósfera. En su forma más común, estas obras recargan la precipitación que cae sobre los techos, infiltrándola directamente al acuífero. En la zona central de Chile más de un 70 % del agua caída durante eventos de precipitación se evapora de forma in situ, en el lugar donde cae la gota de lluvia. Así, las obras de tratamiento de suelo permiten disminuir esa evaporación, aumentando la recarga disponible en un sistema. Estas obras se configuran como una solución costo-efectiva para sectores aislados que no disponen de cauces superficiales o acuíferos que puedan ser explotados.