El mayor estudio hasta la fecha sobre paneles solares y su efecto en el campo desmonta varios mitos persistentes. Estados Unidos pasó seis años investigando los efectos de grandes instalaciones fotovoltaicas en la flora y fauna locales. El seguimiento exhaustivo de tres enormes parques solares en Estados Unidos ha ayudado a despejar algunas dudas sobre la convivencia entre paneles solares, vegetación y polinizadores.
El Laboratorio Nacional de Energía Renovable de Estados Unidos (NREL) investigó durante seis años los efectos en la flora y fauna local de tres instalaciones fotovoltaicas a escala de servicio público en Minnesota: Eastwood, Chisago y Atwater, todas propiedad de Enel Green Power, una subsidiaria del grupo italiano Enel. Los resultados fueron publicados en tres estudios distintos, que abordan los efectos de los paneles solares en la vegetación autóctona, las comunidades de insectos y su respuesta a las instalaciones fotovoltaicas, así como la diversidad de las semillas y los polinizadores a lo largo de estos seis años. Esta triple investigación es la más prolongada y exhaustiva hasta la fecha sobre las interacciones entre energía solar, suelo, hábitat e insectos polinizadores.
Los hallazgos son alentadores. Los esfuerzos por recuperar y conservar las praderas bajo los paneles solares están dando sus frutos. La vegetación autóctona tardó entre tres y cuatro años en restablecerse por completo, y se observaron incluso especies no cultivadas tras seis años. Asimismo, la calidad del suelo también mejoró. La creación de nuevos hábitats para los insectos ayuda a mitigar la erosión provocada por el calor, lo que subraya la importancia de los paneles solares para la biodiversidad.
En definitiva, la sombra que proyectan los paneles fotovoltaicos es beneficiosa para la biodiversidad. Comparando los resultados con terrenos dedicados a la conservación tradicional, los científicos observaron una mayor abundancia tanto de la vegetación autóctona como de los polinizadores locales en áreas cubiertas de paneles solares.
En cuanto a la producción de energía, los investigadores no detectaron una disminución significativa en la generación de electricidad, a pesar de la vegetación que crece bajo los paneles solares. Tampoco se registró un aumento en la producción eléctrica, aunque las plantas reducen ligeramente la temperatura de los módulos solares.
El estudio desmonta el mito de que las instalaciones fotovoltaicas destruyen los ecosistemas locales y la biodiversidad. También cuestiona la creencia de que los paneles solares reducen la calidad del suelo al elevar la temperatura ambiental.
Sin embargo, el estudio tiene una carencia importante. «Necesitamos estudiar más lugares», señala Chong Seok Choi, investigador de agrivoltaica en NREL. Los tres casos analizados en Minnesota no son muy diversos, y factores como la humedad del aire pueden influir en la eficiencia fotovoltaica. Por lo tanto, será fundamental ampliar la investigación a diferentes regiones y condiciones climáticas para entender mejor cómo se puede dar la coexistencia entre energía solar y conservación ecológica.
La expansión de la energía solar a gran escala plantea tanto desafíos como oportunidades para el uso del suelo. Integrar prácticas que favorezcan la biodiversidad, como la plantación de vegetación autóctona, podría mitigar el impacto ambiental de estas grandes instalaciones y guiar el diseño de futuros parques solares.
Fuente NRL