La llamada contaminación blanca o contaminación por plásticos en el suelo es un problema presente en gran parte del mundo. Sin embargo, la cantidad de estudios al respecto, está muy por debajo de los estudios sobre los efectos del plástico en el océano.
Por años hemos escuchado de la afectación de los microplásticos, en el medio ambiente, principalmente en el mar donde estas partículas están presentes en playas, algas e incluso en los peces que muchas veces consumimos.
Esas partículas luego ingresan en nuestro sistema y se extienden por todo el cuerpo. El problema es de tal magnitud que han llegado a asegurar que el plástico presente en el cuerpo de las personas alcanza para fabricar una tarjeta de crédito.
Pero no se trata solamente de un problema que afecta al ecosistema marino. El suelo es quizás uno de los ambientes más afectados por la presencia de microplásticos. Alice Horton, del Centro de Ecología e Hidrología de Reino Unido, indicó a la revista National Geographic que la cantidad de plástico que llega a los suelos es entre 4 y 23 veces mayor que la que llega a los océanos.
A pesar de la magnitud del problema la cantidad de estudios e investigaciones se concentran principalmente en el impacto de los microplásticos en los mares y no en el suelo terrestre donde el problema es considerablemente más directo.
Algunos de estos estudios los ha desarrollado el investigador del INIA La Platina, Fabio Corradini, quien busca dimensionar el impacto de este problema y entender cómo poder detener la dispersión de microplasticos en el medio ambiente.
“Actualmente, estamos trabajando en una investigación derivada de un estudio que partimos en 2017, en que quisimos ver la presencia de microplásticos en los lodos de aguas servidas que se ocupan para fertilizar el suelo agrícola y encontramos evidencia que mientras más lodos se aplicaban, más microplásticos había. Pero, también nos dimos cuenta que al ir a un campo en el que habían aplicado lodos el año pasado teníamos presencia de microplásticos en varias formas: pellet, pedazos de film plástico, bolsas, amarras pequeñas. En general, estábamos midiendo plásticos entre 250 y 350 micrones, es pequeño ya que para sea microplástico el límite máximo es de 5 milímetros que es harto”.
Descubrir como migran estos plásticos en dirección horizontal es parte de la investigación en la que participa hoy Favio Corradini. “Para eso estamos trabajando con dos simuladores de lluvia, la idea es que, con distintas texturas de suelo como rugosidades, evaluar distintas formas de plástico y ver cómo se mueven y cuáles se transportan más fácil. Esperamos que esto nos muestre en qué porcentaje de plástico podría migrar en un sistema ¿cuánta carga de lodo podemos aplicar sin traspasar cierto umbral de plástico?
Acerca de los daños que causan los microplásticos al suelo, Favio, explica: “Al suelo propiamente tal no le afecta, pero si a lo que vive en el suelo como microorganismos, gusanos y coleópteros que bajan su esperanza de vida y la tasa de reproducción. Es un efecto toxicológico. Los microplásticos se mueven con el agua por lo que tienen el mismo ciclo, incluso cuando el agua se evapora, los microplásticos que están presentes en ella vuelven a las zonas costeras por los vientos. Se mueven en el ambiente, hay en los glaciares, en el ambiente, en los ríos, en el suelo y en los seres vivos. El problema es que todos los años hacemos más plásticos y como es un ciclo estamos aumentado la entrada. Entonces ahora no es un problema porque tiene cantidades bajas, pero esto va a ir creciendo y todos los años va a sumar un poco más”, concluyó.