Innovaciones en Biosoluciones para la agricultura familiar en O’Higgins

GC GreenNetwork (65)
26-12-2024

En la comuna de Pichidegua, en la Región de O’Higgins, las innovaciones en biosoluciones están transformando la agricultura familiar a través de la implementación de biofábricas y prácticas agroecológicas. Hablamos […]

En la comuna de Pichidegua, en la Región de O’Higgins, las innovaciones en biosoluciones están transformando la agricultura familiar a través de la implementación de biofábricas y prácticas agroecológicas.

Hablamos con Bárbara Vega, ingeniera agrónoma del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), con especialidad en agroecología y coordinadora regional del programa Transición Hacia una Agricultura Sostenible (TAS) de INDAP, para conocer cómo estas técnicas están cambiando el paisaje agrícola de la región con la incorporación de biofábricas, elaboración de biopreparados para la sustitución de insumos químicos, el uso de insectos y bandas florales para control generar el control biológico de plagas.

Bárbara Vega, con 15 años de experiencia en el INIA, ha centrado su carrera en la transición agroecológica. «Mi corazón es netamente más transferencista», expresa, destacando su pasión por llevar soluciones investigativas al campo. Sin embargo, Vega enfatiza lo difícil que puede ser la adopción de nuevas herramientas: «La transición principalmente no es rápida, mínimo pueden ser tres años», señala, subrayando que cambiar la mentalidad de los agricultores hacia prácticas más sostenibles lleva tiempo y dedicación.

En este proceso, las biofábricas se han convertido en un componente esencial. Vega explica: «Actualmente tenemos en la comuna de Pichidegua, donde comenzó este trabajo, entre cinco a seis biofábricas. Lo que hacemos es apoyar en la construcción de las biofábricas y capacitar a los productores en generar una unidad productiva de esta». Las instalaciones no solo son económicas, utilizando materiales reciclados, sino que también permiten a los agricultores elaborar biopreparados como biofertilizantes y bioinsecticidas a partir de recursos locales como por ejemplo lana de oveja, guanos, ceniza, restos vegetales, entre otros. «Buscamos reciclar y hacer un poco de economía circular», añade Vega.

La adopción de técnicas como el uso de bandas florales y cultivos trampa también juega un papel crucial en la gestión sostenible de plagas. «No solamente hacemos el manejo de los biopreparados a través de las biofábricas, sino que también trabajamos mucho con flores generando corredores biológicos para la atracción de enemigos naturales, los que controlarán poblaciones de plagas en los cultivos.»

Bárbara Vega explica que “al sembrar flores como caléndula y tagetes alrededor de los cultivos, se crea un hábitat favorable para insectos que se alimentan de plagas como pulgones y moscas. Este enfoque ayuda a reducir la dependencia de pesticidas químicos, fomentando así un sistema agrícola más sostenible y ecológico, al mismo tiempo que mejora la biodiversidad en los predios y contribuye a un manejo más natural de los agroecosistemas.

Trampas e insectos

Los cultivos trampa son una estrategia eficaz en el manejo agroecológico que permite controlar plagas de forma natural, utilizando plantas que atraen y retienen a los insectos dañinos. Es el caso de la berenjena, que asociada con el tomate, genera la preferencia de la mosquita blanca por el envés de las hojas de la berenjena, debido a su tamaño y largo de los tricomas (pelitos de las hoja)ofreciendo un sitio seguro para la oviposición ante el control de un parasitoide.

Bárbara Vega explica que, “así, las aplicaciones que nosotros hacemos, por ejemplo, de jabón potásico, no se hace en el tomate, finalmente se hacen en la berenjena”.

Este enfoque no solo dirige el control de plagas a un cultivo menos valorado en el mercado, sino que también permite a los agricultores cosechar berenjenas para su venta, maximizando el uso de sus recursos mientras se minimiza el impacto ambiental relacionado con el uso de químicos.

PichideGuano: Una Marca Circular

Otra innovadora iniciativa, que nace de estas biofábricas y que combina sostenibilidad y estrategia de marketing es «PichideGUANO». Esta marca surge del gentilicio de la comuna de Pichidegua, la cual lleva inserto el término «guano», promoviendo el uso de fertilizantes naturales. El proyecto incluye un diseño de logo y la implementación de un código QR en sus productos, por cada uno de los agricultores que forman parte del grupo agroecológico, como detalla Bárbara Vega: «Hoy en día todos sus productos van con un sello que rescata la palabra PichideGUANO y va con un código QR».

«PichideGUANO» simboliza un compromiso con la economía circular al convertir desechos orgánicos en valiosos insumos agrícolas. Mediante el aprovechamiento de recursos como lana de oveja y guano, se crean biofertilizantes que reducen los costos de producción para los agricultores locales, al tiempo que protegen el medio ambiente. Vega explica: «Buscamos reciclar y hacer un poco de economía circular, que todo esto vuelva de una u otra manera al predio y no se pierda».

Este enfoque sostenible también fortalece la conexión entre agricultores y consumidores. El código QR permite a los compradores escanear el producto y acceder a la historia del productor, creando una relación de confianza y autenticidad. Según Vega, este añadido

Finalmente, Bárbara subraya la importancia de estos desarrollos en términos de expansión y reconocimiento institucional: «Hoy en día que el  tema de la agroecología esté dentro de los lineamientos del Ministerio de Agricultura, nos ayuda mucho en la investigación y transferencia tecnológica», afirma.

Hoy en día, es posible a través de proyectos o convenio municipales, expandir las biofábricas a cinco comunas adicionales, las innovaciones agroecológicas están preparadas para establecerse como un pilar en la agricultura familiar de la región.

Las prácticas sostenibles no solo prometen mejorar la productividad y sostenibilidad de los pequeños agricultores, sino que también buscan preservar el medio ambiente y fomentar una economía circular dentro de las comunidades rurales. Como relata Bárbara Vega, «aprender haciendo», y es esta filosofía la que está llevando al agro regional hacia un futuro más verde y prometedor.

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