Cero labranza y biológicos: enfoque regenerativo para suelos saludables
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Durante el Mes de los Suelos en GreenNetwork conversamos en exclusiva con Eduardo Donoso, especialista en suelos, para abordar el impacto de prácticas regenerativas en la agricultura de hoy en […]
Durante el Mes de los Suelos en GreenNetwork conversamos en exclusiva con Eduardo Donoso, especialista en suelos, para abordar el impacto de prácticas regenerativas en la agricultura de hoy en día.
Donoso es ingeniero de la Universidad de Talca y doctor en Ecología y Evolución de la Universidad de Chile. Su carrera ha estado dedicada al desarrollo de microorganismos para la agricultura, tanto en el ámbito académico como a través de su empresa Bio Insumos Nativa, con la que ha logrado un impacto en la producción sustentable de cultivos en Chile y otros países de Latinoamérica.
En esta entrevista, Donoso comparte su visión sobre el rol de los microorganismos y los biológicos en la agricultura moderna, destacando las técnicas de cero labranza y el potencial de las prácticas regenerativas para enfrentar los desafíos ambientales y climáticos actuales.
Desde los inicios de su empresa en 2002, Donoso y su equipo centraron sus esfuerzos en la agricultura orgánica, evolucionando hacia un modelo de control biológico en los cultivos. Para entenderlo mejor, los productos biológicos son aquellos que se obtienen de organismos vivos, como hongos, bacterias, virus, ácaros o extractos de plantas.
En 2004, ampliaron su alcance a la agricultura convencional, con el objetivo de desarrollar productos que no solo reduzcan residuos, sino que también mejoren los sistemas de manejo agrícola.
“Lo que nos interesa es llevar productos que tengan un nivel de control similar al de los químicos o mejor en algunos casos, para que la decisión de uso no pase simplemente porque se quiera bajar los residuos, sino porque realmente sea un aporte a los programas de manejo”, explica Donoso.
¿Cuáles son los principales cultivos en los que han aplicado sus productos?
«Estamos en todo. Partimos muy enfocados en fruticultura y hortalizas; hace unos 10 -12 años empezamos a hacer exportaciones, trabajando en cultivos como banano y café, y también en hortalizas. En los últimos 7 años, al comenzar esta estrategia de suelos, nos metimos mucho en cultivos agrícolas, así que ahora prácticamente estamos en todo tipo de cultivos. Estamos en caña de azúcar en Brasil, banano en Centroamérica, fruta aquí en Chile y hortalizas en Guatemala; tenemos un enfoque bastante diverso.»
¿Existe hoy en día un interés por volver a usar productos biológicos?
«Sí, totalmente. Además, hay un cambio de mercado hacia los biológicos y un cambio cultural en la percepción de los agricultores. Los biológicos son más antiguos que los químicos; ya en 1904 había un artículo que indicaba que todo el desarrollo de la fitopatología iba hacia lo biológico, pero con la guerra, la industria se orientó hacia lo químico. Hoy en día, la mitad de los productos biológicos los venden empresas químicas.»
¿De qué manera utilizan la ciencia y tecnología en el desarrollo de estos productos?
«Todo lo que hacemos está basado en métodos científicos, porque al final el agricultor necesita saber cuál es la variabilidad de los resultados. Los agricultores, cuando se les dice que un producto funciona al 90% pero tiene una variabilidad del 80%, no lo ven confiable. Necesitan la estadística del método científico. Usamos muchas técnicas moleculares para el crecimiento del microorganismo, satélites para evaluar el impacto en el crecimiento de las plantas; aplicamos prácticamente todas las herramientas disponibles en otras ramas de la biología.»
¿Cómo ves el estado de los suelos en Chile actualmente, tanto en aspectos positivos como negativos?
«En el lado positivo, ha surgido la agricultura regenerativa, que captura carbono y genera materia orgánica en el suelo. Aquí en Chile hay proyectos grandes, como los de los avellanos; están involucrados Concha y Toro, PepsiCo y Nestlé. Existen varias iniciativas que abarcan muchas hectáreas con un manejo más sustentable del suelo, transformando la agricultura de un problema ambiental a una solución.»
«En el aspecto negativo, el uso excesivo de fertilizantes nitrogenados y solubles es un tema crítico. Esto se evidenció mucho durante la pandemia, cuando los agricultores dejaron de fertilizar debido al alto costo y, en muchos casos, no hubo un gran impacto en la reducción de producción. Nosotros hemos visto que reducciones del 10-30% en fertilizantes no afectan tanto a los microorganismos, pero cuando se reduce un 50% o más, sí se nota el impacto, porque lo que está diciendo es que el exceso de fertilización está matando los microorganismos.
Entonces, por fertilizar las plantas matamos los organismos del suelo y eso hace que se pierda nitrógeno, que se pierda fósforo, se contamina, pero además la agricultura está perdiendo un montón de lucro.»
¿Cuáles son los componentes esenciales para un suelo vivo y saludable?
“Estamos trabajando en un programa de recuperación del suelo, en la actividad biológica, y estamos utilizando lo que en ecología se llama sucesión ecológica.
Es como cuando se quema un campo y llegan los musgos que fijan carbono, luego plantas que liberan fósforo para que después ese fósforo lo fijen las leguminosas en nitrógeno, y luego vienen arbustos y árboles que también liberan fósforo.
Entonces, nosotros, más que hacer lo que se ha hecho tradicionalmente, que es tomar una comunidad de microorganismos y trasladarla al suelo, estamos generando este proceso sucesional, en el que el factor más importante es el tiempo.
El suelo lo vemos como construir una casa. Primero tienes que pedir a los albañiles, después a los que hacen los pisos y finalmente al pintor. No puedes poner a todos a trabajar al mismo tiempo.
Entonces, yo creo que hay cierta impaciencia por llevar el suelo a una condición óptima rápidamente, y eso no funciona. Por eso creo que el factor más importante es el tiempo.
Yo considero que este es un proceso biológico, biogeoquímico, que requiere tiempo, pero que da resultados. Nosotros hemos implementado esta estrategia, y después de 2 años podemos reducir las fertilizaciones a la mitad, o lograr que plantas, por ejemplo, en Copiapó, sufran menos estrés en verano; así, cuando las plantas necesitan más tiempo, producen más azúcar y generan más frutas.
Entonces, yo creo que ahí hay un equilibrio entre el tiempo, la ayuda de la materia orgánica en el suelo, la introducción de microorganismos y la minimización de perturbaciones. En los cultivos, en Brasil prácticamente toda la soya y la caña se producen con cero labranza.
Es una tecnología que se desarrolló en Chile, y en Brasil es parte de lo que se hace tradicionalmente. Y desde allí es importante retomar esa tecnología.
También en los frutales. En los frutales se quiere hacer algo regenerativo, pero después de 10 o 15 años se saca el cultivo, se mete una garra, se remueve el suelo, y se pierde mucho de lo que se había construido. Ahí creo que hay algunos puntos en los que necesitamos desarrollar tecnología que mejore nuestras condiciones.”
¿Cómo enfrentan el desafío de calidad en la fruticultura frente a mercados internacionales?
«La agricultura es como el ballet: tienes que hacer que todo sea perfecto y parecer que no cuesta. El desafío es lograr productos de alta calidad sin residuos y con mínimo impacto ambiental. Una cereza crujiente en el mercado chino, por ejemplo, es fruto de alta tecnología: se emplean satélites, tecnologías moleculares y otras herramientas complejas.»
¿Qué mensaje darías a los productores que aún no han integrado productos biológicos?
«Los productos biológicos ahora son confiables y logran niveles de control comparables a los químicos cuando se usan bien. No reemplazan a los productos químicos, sino que ofrecen soluciones distintas. Incorporarlos en sus programas de manejo puede resultar en mejoras en rendimiento, logística o costos.»